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Manual TNT.

Tres, dos, uno… respira.

Con un ejercito en la cabeza y el corazón dormido el alma tiene lío y no le sale sentir.
Es una sensación speedeca, siempre he pensado que será algo parecido.

Tres, dos, uno… respira.
Mi cerebro, de repente, tiene tanto que decir que grita  y con lo que grita me ensordece
y si ensordezco no le oigo, y pierdo la conexión y comunicación con el, y eso me agita las partes restantes.

En entonces cuando de puro descontrol pierdo el sentido del tono de las palabras, y de manera desmedida, me relaciono con mi exterior, y nadie se da cuenta que grito hacia fuera, porque llevo más ruido dentro, y bajito no me oigo. A cada vocablo desmesurado se que no tengo razón, pero no lo puedo sostener aunque luego me disculpe.

Y todos los sonidos me molestan, y no sería tan horrible si no se multiplicase por 100 mi agudeza para la misma, pero me atacan, como el sonido de muchos mosquitos que no encuentras alrededor de tus oídos.

Ya me relajaré, ya se me pasará; pero ojalá se pudiese ver que cuando grito hacia fuera es
porque tengo esa batalla dentro.

Tres, dos, uno…

 

 

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Parafernalia.

Me miré al espejo y me recordé salvaje,
con mis rizos de mentira y mi sonrisa despeinada,
y
sin embargo, tan loca y bella,
con el alma bañada en purpurina negra,
no me vi.
¿Qué me había pasado?
Mi alma desaparecía en cuanto lo hacía mi verdad,
cuando dejaba de ser para “ser”,
y entre tumbos y venidas
se me había deformado el eco.

A mí, a la reina de mi propia fiesta
a quien siempre le importó ir bella para sí
más que ir bella para el “su”.

Y de repente recordé que nadie murió de soledad,
que la fiesta seguía, aunque se apagase la música
porque el silencio siempre fue esa parte
que le daba belleza al sonido.

Yo “oh mi yo”, que arrancarte los vestidos no te hará más libre,
que la volatilidad te hará voluble
delicadamente hermosa,
que los pétalos se quiebran y las espinas perduran.
“Oh mi yo” siempre guerrera, ese canto frente al espejo
rogándote amor propio que acaba con el llanto de
“ya te amaste ayer y eso nunca acabó”.
Tú, “mi yo” siempre firme, regia, fuerte,
viva, musicalmente risueña,
la niña de los sueños gigantes,
y las esperanzas pequeñas.

Desenvaino mi espada,
bailo ritmos que no entiendo
enloquezco, vuelo,
pienso, grito y pregunto a desconocidas
por su sonido favorito.
Interesante, sensorial, sensual, magnético.

Qué carajo.

Que el color de mis vestidos no significa tristeza
y que el romanticismo no siempre significa amor,
que ser mi propio melodrama llena de matices mi vida,
de “me mueros” de “me amos”.

Yo, “Oh mi yo”, mi alma bañada en el brillante negro,
mi belleza y mis espinas, mi manera de hacerme el amor.
Que le jodan a mis miedos,
hoy soy mi mejor versión.

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Karla, con «K»

No llovía ni era de noche, ni la calle mojada estaba iluminada con farolas, como siempre me había imaginado los momentos más tristes y románticos de mi vida. Aún atardecía y yo no llevaba más abrigo que la chaqueta gris de mentira que me quedaba tan bien.

Ella aún me estaba mirando y pude sentir como mi corazón se rompía un poco más a cada milésima de segundo que le aguantaba la mirada, así que agarré literalmente mi pecho con la mano esperando que no escuchase el tintineo de mis cristales rotos y caminé hacia casa.

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Cara de Ángel

 

¿Recordáis cuando Jack necesitaba «destrozar algo hermoso?

Supongo que aquello fuimos, un atisbo que deja una cicatriz que solo pica cuando cambia el tiempo.
No seré melodramática, no lo echo demasiado de menos. Ya casi nunca sueño con esos recuerdos y cada vez vuelvo a ser más quien era antes de aquel irremediable huracán en mi vida. Estoy resurgiendo de mis ladrillos, pero eso sí; no tengo muy claro si he empezado a colgar cuadros antes de tener paredes.

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Explosión

De repente algo se activa dentro y empieza a crecer haciéndose una bola.

Una especie de rabia y agudización de los sentidos que me lleva a un lugar muy feo de mi cabeza.

De repente los sonidos me dan más asco de lo normal.

De repente los olores me ponen nerviosa y me dan ganas de gritar,

de recriminar, de desaparecer de esta vida y vivir esa paralela que jamás existirá.

A veces

A veces tengo ansiedad.

A veces me pongo nerviosa y lloro

Porque siento que dentro de mí las neuronas y el corazón se están pegando una paliza,

Contra y entre sí.

A veces cuando la gente habla entre sí les odio

Les odio porque me hagan participe de sus vocablos y me pongo nerviosa.

Y pienso que deben tener una vida, ser felices, y me gustaría no sentir que no me caen bien.

Me gustaría no sentir que debo irme.

Que debo irme para no llorar de nervios.

Que debo irme para no gritar muy fuerte.

Que debo callarme y no hablar porque hablaré mal y pronto.

Que no tengo que decir nada por qué me preguntarán

Y la respuesta de loca siempre será un “no me pasa nada”

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1:25

Irremendiable, irreparablemente, imperdonablemente…te echo de menos.
Me revuelvo en el lodo de mis melancolías y me baño con ellas hasta las orejas.
«Podría ser peor», si, pero también podría ser mejor.
Cupido me esta jugando una mala pasada, y apuesto que desde algún rincón de mi cuarto
puede observarme sin que yo lo vea.
Se esta riendo de mi.
Esta rompiéndose de risa viendo el tiovivo de mi cabeza,
arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo.. las melodías lo acompañan teñidas en un piano que suena
como las olas.
Rompiendo.
Y yo mientras tanto, en la temperatura de las sábanas de mi cama pienso en por qué no me lo pongo fácil.
Pienso en mis razones, y
me respeto, pero no lo comparto.

Tu risa resuena en mi cabeza como un olor grabado en la ropa.
Tu tacto
tu olor
tus abrazos.
Mierda, espero no tener más pesadillas hoy.
En las que no estas y me despierto sin tí a sabiendas de que partiste hace mucho,
o, en el peor de los casos, estás, y cuando yo vuelvo al mundo de la realidad
tu te precipitas por el hueco de mis sueños.

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Título

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Es realmente duro envidiar a las personas que son capaces de sentir con la intensidad que la vida requiere. Es duro darse cuenta de que la vida emocional de una misma se comporta de modo cíclico, sin aprender ni salir de un cuadrilátero dibujado por quién sabe qué.

Tengo miedo. El miedo de no ser capaz de vivir , el miedo de dañar, el miedo de estar (más) sola.  Tengo miedo a mis polaridades y a las noches que no puedo dormir. A mis decisiones, a sus consecuencias. Tengo miedo a las opiniones, tengo miedo a las expresiones, a los reflejos inoportunos.

Quizá la solución consista en simplemente morir en ese terreno. Olvidarme de que todo eso existe y dedicarme al resto de cosas en las que si creo. Nunca estoy del todo bien, nunca estoy del todo mal.

Me da miedo que como otras veces ni siquiera mi familia sea capaz de entenderme, que me tachen de egoísta,  de indecisa, de inmadura. Y después otros ratos pienso que debería dejar de pensar en cómo se siente la gente siempre, siempre, siempre, y equivocarme, equivocarme, equivocar,e.
Mientras lloro a moco tendido me alegro de que jamás entiendan el dolor de creer no sentir la vida como el resto del mundo. Me alegro de que no me entiendan, de que hayan sido capaces de construirse.

No paro de dañar, mi sensación es que no puedo dejar de dañar, y para colmo no me puedo alejar de todo eso desde dentro de mi. Cuando te asomas a ti misma y ves tantos nudos y tantas cosas que te gustaria responder y no puedes… no puedes desampliarte, reducir tu caos y volar a otra cosa.

Intentar buscar y buscar y buscar solución es lo que me ha traido a mi vida de hoy. Simplemente quiero dejar de buscar, dejar de analizarme, dejar de preocuparme por ser yo y simplemente empezar a ser. Pero no me sale. Estoy tan cuerda que estoy rota.

Estoy jodidamente cansada.

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23:53

Los factores ansiógenos se multiplican por cien cuando zozobra el punto x que estabiliza nuestra psique.

Es simple, con la ansiedad hasta  los subcomponentes del elemento ansiógeno se convierten en punching balls de odio.
La irascibilidad es agotadora. El odio es agotador, si. Pero aún agotan más los incansables intentos de las personas que rodean al sujeto por obligar/ alentar al mismo a adaptarse a los elementos punzantes y vivir con ellos. Si muchxs supierais…Que nadie desea más que el ansioso mismo, despreocuparse por las cosas que componen y compondrán su vida, siguiendo el sendero con la cabeza gacha del «deber de ser normal».
El dolor no cura.
Pero pierdes esa esperanza cuando vomitarlo tampoco.

Cómo queréis curar al mundo contaminado, con culpa.
Para la ansiedad un médico psiquiatra tipo esta programado para recetar ansiolíticos y recomendar hacer cosas ociosas y de gusto del paciente.  No entiende el dolor.
Personas que amenazan a otras personas bajo la sospecha de trastornos varios; » No se que haría si tú me dieses el disgusto de cometer semejante barbarie» por ejemplificar al azar, como si el «TOC alimenticio» fuese una elección basada en la libertad y voluntad.
Personas que usan la expresión sentirse depresivo para denotar tristeza, ante una persona con depresión.
Esa manía de llamar «rachiyas» a las fases bajas como si ocurriesen una vez cada tres años.

Esa manía que tenemos de intentar responder sin haber preguntado primero. Hay tantos tipos de dolores y tantos difíciles de explicar que si algunas personas se asomasen medio microsegundo al abismo de esa negrura, no podrían volver a dormir.

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Chepter One

Las puñaladas que daré hacia dentro
por miedo a acabar clavándolas hacia fuera.
Supongo que es el miedo
la herramienta más poderosa
para frenar a la vida.

El tiempo pasa como si no pasase
por pasar,
pero haciéndose notar,
sin dejar souvenirs,
tan solo pequeñas fotos de carnet
que se perderán con los años
en la cartera de nuestras memorias.

Las imágenes a todo color que esta madrugada escuecen
no serán en meses, quiza semanas,
otra cosa que trozos de papel letrujoso
en blanco y negro,
y al respirar sus recuerdos
tan solo veremos la firma
y pensaremos:
«tampoco pudo doler tanto»

Porque el dolor,
de lejos,
siempre nos parece una niña mimada que;
teniendo pies para caminar,
sueña con unos zapatos de Jimmy Choo.

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“Amenaza de explosivo 220”

El latido de un corazón vivo oscila entre los 50 y los 100 latidos por minuto.

La frecuencia cardiaca máxima se calcula, simplemente, restándole la edad a 220 latidos por minuto.

Estoy confusa, no sé si son los biológicos, los que me haces sentir cuando me miras fijamente, los que siento cuando te siento dañándome en agridulce o los que se corresponden al tiempo que me falta por vivir para darte los besos que te tengo guardados.

Lo único que se seguro, es que rozo la línea de los 221 cuando el corazón se me sale del sitio, con algunas palabras,

tal vez en algún subterráneo,

pongamos, de escenario por ejemplo,

algún paraje de Madrid.