Tres, dos, uno… respira.
Con un ejercito en la cabeza y el corazón dormido el alma tiene lío y no le sale sentir.
Es una sensación speedeca, siempre he pensado que será algo parecido.
Tres, dos, uno… respira.
Mi cerebro, de repente, tiene tanto que decir que grita y con lo que grita me ensordece
y si ensordezco no le oigo, y pierdo la conexión y comunicación con el, y eso me agita las partes restantes.
En entonces cuando de puro descontrol pierdo el sentido del tono de las palabras, y de manera desmedida, me relaciono con mi exterior, y nadie se da cuenta que grito hacia fuera, porque llevo más ruido dentro, y bajito no me oigo. A cada vocablo desmesurado se que no tengo razón, pero no lo puedo sostener aunque luego me disculpe.
Y todos los sonidos me molestan, y no sería tan horrible si no se multiplicase por 100 mi agudeza para la misma, pero me atacan, como el sonido de muchos mosquitos que no encuentras alrededor de tus oídos.
Ya me relajaré, ya se me pasará; pero ojalá se pudiese ver que cuando grito hacia fuera es
porque tengo esa batalla dentro.
Tres, dos, uno…